Ver retratado un ciervo en una pintura prehistórica
nos transporta a una época donde los hombres vivíamos en cavernas, en cuevas en
las rocas… pero sobre todo integrados en la naturaleza y sin engañar a la
selección natural. Cuando ves un ciervo pintado hace más de 30.000 años te
preguntas ¿Cuánto habremos cambiado desde la última glaciación?
En España y Francia hay gran variedad de cuevas en
distinto lugares y tiempos prehistóricos: las cuevas de Altamira, Santillana
del Mar, Laja Chauvet, Lascaux… Vemos a ese ciervo con una flecha clavada que
esta herido de muerte, y servirá para alimentar a toda una caverna. A un ciervo
cuyo relieve lo resalta la piedra y aunque solo tiene dos colores nos muestra que
el ser humano es capaz de querer y respetar al mundo que le rodea, obtener lo
que necesita y dejar ir al resto. Y vemos ese trofeo colgado encima de la
chimenea, y al final oímos un disparo de un furtivo y sentimos ese disparo
dentro de nosotros y nos duele en el alma porque eso es precisamente lo que
desde Centros como el nuestro queremos evitar. No es un sueño transmitir y
despertar en el hombre interés por la naturaleza que les rodea, su conocimiento
y disfrute del medio natural. Debemos continuar cultivando ese respeto y la
necesidad de conservar nuestra fauna y flora porque en nuestras manos esta la
continuidad de muchas de nuestras especies y sobre todo demostrar que el ser
humano lleva dentro un gran corazón.
Como hemos visto por las pinturas rupestres, los
ciervos con grandes astas han acompañado siempre a los hombres. Por aquella
época se podían ver pastar a los ciervos gigantes o megaloceros, increíbles con
sus cuernas de hasta 3.5 metros de punta a punta y las hembras más gráciles y
pequeñas. Desaparecieron hace unos 7000 años y solo nos quedan sus restos
fósiles para apreciarlos y la imaginación para soñar con aquellos tiempos o con
la famosa cierva que un semidiós quiso cazar.
La cierva corre veloz y no es nada fácil atraparla,
hasta el mismo Hércules necesito un año para lograrlo. Es una criatura
sobrenatural consagrada a Artemisa y no podía derramarse ni una gota de su
sangre para capturarla o sufrirías su ira. Nuestro cérvido era muy especial
pues poseía unas bellas cuernas de oro y unos píes de bronce que le permitían
correr como ninguna otra cierva que hubiera existido. Nuestro héroe la fatigó y
logró atraparla antes de cruzar el río Ladón clavándole una flecha
especial en la pata, para así llevárla sobre sus hombros a Euristeo.
Pero
ahora estamos en el siglo XXI y en primavera donde los ciervos rojos (Cervus elaphus) van a perder sus
cuernas.
Las cuernas de los ciervos son de hueso casi
irrompible, compuesto por calcio y fósforo y su crecimiento lo regulan hormonas
sexuales. Pueden llegar a ser grandes, aunque lejos de las de sus antepasados
prehistóricos y con una gran ramificación. Las astas deben soportar las fuertes
peleas entre machos por hacerse con el harén de hembras y cubrirlas; algunos
pagaran un alto precio por ello y les llevará a la muerte. La ley del más
fuerte y la selección natural son fundamentales en el reino animal.
La cuerna del ciervo es el
tejido que más rápidamente crece en la naturaleza además del cáncer.
Nuestros ciervos ya han perdido sus astas, finales de
marzo, mediados de abril, sus magnificas cuernas se caen, se produce el desmogue, y van a renovarlas a
los pocos días para la siguiente berrea. Volverá a comenzar a crecer a partir
de la roseta y una nueva borra como la piel de un dulce melocotón marrón la
recubrirá y soportará una red de vasos sanguíneos que la irrigara hasta que se
calcifique el cartílago.
Y esos mismos machos volverán a pasar un mes si comer
y dormir detrás de las hembras, berreando sin parara por volver a ser el más
apto.
Pero las
hembras no tienen cuernas solo unas pocas elegidas las desarrollan y más
pequeñas que las de los machos, quizás en honor de aquella cierva captura por
Hércules. Quién sabe si algún increíble dibujo del paleolítico superior también
se pintó en honor de las cuernas de una hembra.
Blanca Herrera